jueves, 30 de julio de 2009

En vuelo


Hoy viajé sobre un pájaro. A mi lado estaba sentado el hombre más sabio del universo (al menos eso era lo que él pensaba). Me contó los secretos del viento, me dijo la hora exacta en la que el lucero cumple deseos, me habló de la persona más buena del mundo y hasta de la más cruel. Me contó cómo reconocerlas y los lugares que frecuentaban.
Entre otras cosas me reveló la fórmula para reír eternamente, y aquella que asegura la juventud para siempre.
Aquél hombre en verdad parecía ser sabio, entonces me jugué a preguntarle lo que nadie me puede responder.
Sin saber si realmente quería averiguarlo le dije -¿Cuál es la fórmula del amor?
Con cara de sorpresa me miró y contestó - No lo sé, pero estoy seguro de que es la que moviliza a todas aquellas cosas que hoy te he contado. Si te sientes joven, si sonríes, si puedes diferenciar al más cruel y al más bueno entre quienes te rodeen, es muy probable que lo que te movilice sea algún vestigio de aquello que todos llamamos amor sin saber bien de qué se trata.
Ni el más sabio de los hombres puede asegurarlo, porque nadie siente igual, porque todos somos diferentes, porque el amor no es uno solo, porque el amor está en todos lados y es de todas formas y colores, porque a veces no lo vemos, porque nos animamos a vivirlo aun sabiendo que nadie nos asegurará la llegada al paraíso.

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