lunes, 13 de julio de 2009

Desde el más acá


A veces pienso que la vida me preparó para lo que se vino por estos días. De pequeña me gustaba acompañar a mi mamá al cementerio, ibamos a dejarle flores a una bisabuela que no conocí. Resulta que ella murió cuando mi hermana llegó al mundo y, desde que me contaron la historia, cada vez que alguien nace...sí, me pregunto quién murió. A veces me resulta ilógico lo que pienso, pero es lo que me pasa.
Parece que nos fuimos del punto. Volvamos a mi infancia en los cementerios. Llegaba y cual parque de diversiones, le soltaba la mano a mi mamá para empezar a recorrer nichos. En mis "tours" siempre me seguía mi hermana, que a mitad de camino me soltaba un "yo me voy con mami", entonces seguía solita.
Comenzaba por las calles del viejo cementerio, "la parte de atrás". Miraba las tumbas, las fotos, intentaba leer lo que decían. Podía pasar horas observando esas caras y preguntándome quiénes fueron.
Me gustaba acompañarla y recorrer los nichos, caminar por esos oscuros túneles húmedos del cementerio municipal. En algún punto me sentía acompañada en cada caminata, nunca supe por qué (ni por quién).
Así pasaron los años, igual fue la etapa de la adolescencia. Caminar por esos túneles, ver las fotos, leer epitafios. Pero aquí se sumó un interrogante: ¿De qué murieron todas esas personas?, ¿fueron felices?, ¿dedicaron su vida a aquello que quisieron?
Raras las vueltas de la vida, como si me hubiesen entrenado, familiarizado con aquel lugar que hoy visito con frecuencia, esta vez para hablar con mi madre. Ella, a la que logré convencer en una primera oportunidad, porque no quería llevarme a ese lugar "no apto para niñas".
Siete años después...acá estoy. Camino con coloridas flores en la mano, miro mi sombra sobre el piso, me imagino como un fantasma. Llego hasta donde yace su cuerpo cansado, su espíritu me acompaña, ella está a mi lado sintiendo el aroma de aquellas flores frescas que por aquellos pagos no sé si se consiguen.
Miro el pasto y veo la marca del paso del tiempo, entonces ahí recuerdo lo que logré creer, aquello de lo que me autoconvencí: ella no tiene frío, no está sola, no siente la tierra sobre esa caja, no teme a ser consumida, no se preocupa por no haberse bañado esta mañana.
Porque en realidad lo que hizo se llama "metamorfósis", es decir: los cuerpos cambian con el tiempo, y el de ella necesitaba hacerlo. Ahora es mariposa, flor, paloma. ¿Alguien sabe lo que es?, a lo mejor la respiro en todos lados, y prefiere no tomar un cuerpo para entrar en donde la necesiten.
Mamá pato se hizo invisible ante los ojos de sus patitos, pero visible ante el corazón de ellos. Es por eso que se presenta en sueños, en brisas y en aquello a lo que llamo señales.
Hoy, recorrer las calles del cementerio duelo un poco. Aunque es algo que todavía me gusta hacer, porque ahí encuentro paz.
Creo que alguien me preparó, puede que cuando sentía compañia en las caminatas, se tratase de una especie de maestro, guía espítitu/espiritual. Quién sabe.
Lo cierto es que a casi un año, puedo decir que tengo más días de encontarla en lugares felices, que en aquellos tristes momentos que se llevaron su forma humana. Ya no la sueño entre tubos, ahora la veo feliz, bailando y cantando. La puedo invitar a andar en bici cuando estoy dormida, podemos cantar y reir. Podemos tomarnos aquel colectivo, bajar y comprar flores...podemos volver a visitar a mi bisabuela.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

¿Vos decís?