miércoles, 19 de agosto de 2009

Elixir


Ella se despertó sin saber dónde estaba parada. Giró la vista hacia la derecha y observó la infinidad del mar furioso, violento, tétrico, con ánimos de poseerla. Inmediatamente decidió mirar hacia la izquierda para no ser hipnotizada por esas terribles aguas.
Al otro lado el panorama era distinto: hermosos pastizales verdes, flores de todos los colores y aromas, aire fresco, cielo celeste (casi transparente), una cascada...Todo indicaba que ese era el lugar hacia el que debía caminar.

Así fue. Bajó de aquella cosa que no sabía muy bien qué era, una especie de superficie resbalosa y violácea que le impedía mantenerse en pie, y que le pedía a gritos que tomase una desición. Miró hacia un lado, volteó hacia el otro y... por aquel sinuoso camino comenzó a dar sus pasos hacia la izquierda. Al pisar el verde encantador comenzó a sentir un amargo tedio, una necesidad de no estar ahí. Había sido golpeada por un corazón sisador, uno de esos que te roba y se va, que te lastima y luego te cruza como si nada hubiese sucedido.

Sintió angustia y dolor, no podía entender porqué sufría de esos síntomas en un lugar tan agradable. Continuó su camino, siempre hacia adelante, durante varias horas, durante varios días. Se sentía tristemente feliz, era una asquerosa y faláz alegría que desde el fondo murmuraba que iba a durar poco. Y duró un instante. El pasto verde no era más que pequeñas granas, de esas que uno pone en las tortas de cumpleaños junto a los jugadores del equipo al que sigue; el aroma de las flores se había vuelto tóxico, el lago se convirtió en un mar muy parecido al que había observado a la derecha del camino.

No sabía qué hacer, se sentía confundida, sintió el efecto "dejá vù", pensó, revolvió, indagó...y se dio cuenta de que eso ya le había sucedido, pero que esta vez lsentía un dolor más grande.

No soportó la catarata de florilegios que la perseguían, no quería arriesgarse nuevamente a tanto romanticismo cortado en partes, a tanta hermosa poesía, a tanto cuento de terror, a tantas anécdotas de lo que nunca sería. Se dio cuenta de que fue ella quien ocacionó aquel primer mar de lágrimas que la llamaba pretendiendo hacerla suya. Notó que también fue culpable de este segundo, producto de un encantamiento vertiginoso que la llevó a la nada misma, hacia aquella plataforma violácea en la que permaneció dormida hasta que llegó la primavera.

Subió a la superficie y despertó. Comprendió que en lo que había despertado era un mundo de ensueños, tan hermoso como efímero, en la realidad del amor, aquel en el que nada se explica, un amor narcotizante y con prisa que decidió seguir de largo. Comprendió que ahora realmente estaba dormida, a la espera de aquella posión que toque sus labios cual elixir para un Dios.

Entendió que aquel mar furioso de la derecha alguna vez había sido verde pastizal, y que el pastizal de la izquirda no era más que la ilusión de un amor creciente.

Ya no hay derecha ni izquierda, tampoco volverá a mirar atrás. Sólo le queda jugar hacia adelante pero está dormida. El día que despierte por el efecto de la posión volverá a observar aquel pasado sin recordarlo, viéndolo simplemente como dos mares furiosos y emprenderá vuelo hacia un nuevo intento, hacia un nuevo hermoso sueño, quizá no despierte nunca más y viva eternamente enamorada, bajo los efectos de aquel elixir que le prometerá amor eterno.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

¿Vos decís?