sábado, 17 de octubre de 2009

Morena


Rizos negros, tirabuzones de energía,
Ojos redondos y enormes, desafiantes,
que me enseñaron a no llorar en vano
y a mirar fuerte ante los percances.
Los abrazos, eternos en un segundo,
esos charlatanes mudos que prometían protección,
tu voz que aun canta como los gorriones al amanecer,
tus manos tibias, que me mostraron cuan fría resulta la muerte.
Fue tu andar, tu postura, sencillez y sensibilidad...
sí, fue eso lo que me quedó de vos...
fue lo mejor.
Porque en tu última lección me enseñaste a valorar la vida,
porque en cada baile te recuerdo,
porque aquellas palabras fueron la reflexión de veinte años de lucha
por indicarme el camino, y de no obligarme a recorrerlo.
Vos, que me enseñaste a amar la música,
que me dijiste quienes eran esos muchachitos de pelo largo
que hoy escucho mientras te invito a cantar...
aunque muda mi voz, no la tuya ¡eterno gorrión!
Con el último beso, con la última caricia, con el último roce de tu piel todavía tibia.
Con ello despierto por las mañanas, con ello me duermo por las noches.
Prefiero vivir con tu risa y esa mirada transparente,
prefiero mil veces estos años antes de no haberte conocido y hoy no sufrir tu ausencia,
aunque no te siento perdida, ¡ángel mío!
Porque los grandes sufrimientos nacen de grandes amores
y es amor lo que nos une.
Hoy mi dolor se disfraza de recuerdos y consigue ser feliz
entre mañanas de cumpleaños,
entre los días de las madres,
apoyado sobre los grandes acontecimientos de nuestra enciclopedia de anécdotas.
Lo que me consuela de este dolor es la certeza de adorarte,
porque amar y doler son las caras de una misma moneda
que ayer cayó del lado de la tristeza pero hoy se da vuelta
y agradece por tantos años.
Hoy estás más cerca que nunca, ya no tengo miedo
porque estás en todos lados
aunque no sé cuál es tu forma.
El calor de nueve meses, los veinte años de compañía,
los retos justificados y los que no,
tus risas tentadoras, tus besos y abrazos,
tus apodos, tu dulzura, tu belleza y realidad.
Es todo.
Tu partida, los feos recuerdos, la muerte,
lo físico, las flores sobre el pasto teñido de negro.
Es nada.
Porque el amor de una madre y su hija todo lo pueden,
y a pesar de las diferencias la vida me puso en tu camino,
estoy segura de que no se confundió.
Gracias una y mil veces por ser mi mamá,
gracias una y mil veces por esas palabras antes de volar,
porque sin vos la vida no es igual, pero tus palabras hacen que siga,
tal como me dijiste:
"Hay que vivir tranquila, no hay que correr. Aprendé a disfrutar de cada experiencia"
Así lo intento, Negra linda. ¿Lo estoy haciendo bien?



Fotografía: de algún fotógrafo que pasó por la casa de mi madre, allá por el Norte.

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