martes, 1 de diciembre de 2009

Capítulo 1: El recuerdo



El aroma a lluvia perfumó su tarde y la llenó de melancolía. Luego llegaron las gotas y el recuerdo fue inevitable. Todas las tardes en esa tarde, todas las noches en esa noche, una anécdota en cada gota.

Malena había recordado la alegría que les generaba jugar bajo la tormenta, o sentarse bajo el sauce llorón cuando entre el agite de las hojas y el perfume de la piel de ambos se intercalaba con el adorado aroma de la lluvia.

Malena amó a Felipe desde aquella mañana en que lo vio cruzar la calle, con un enorme paraguas azul en su mano. A él le causó ternura la sombrilla con orejas de gato que aquella muchacha pálida y con zapatitos de charol llevaba entre sus pequeñas manos.

Luego de aquella tarde, ambos salían de sus casas a la misma hora. Pensaban que si lo hacían, era probable que para el mismo horario se encontrarían cruzando San Juan. Se miraban fijo, era casi un diálogo de película muda.

Ese fue el primer recuerdo que tuvo Malena, mientras yacía en su sillón frente al ventanal de un quinto piso. Abajo la gente caminaba y ella inconscientemente lo buscaba entre los puntos diminutos que observaba desde las alturas.

La nostalgia crecía en su pecho y decidió alejarse de la ventana. Se tiró en la cama. El silencio la aturdía, la llenaba de terror. ¿Por qué recordaba tanto aquél noviazgo adolescente? La pregunta retumbó en su cabeza hasta que por fin la madrugada la sorprendió en el mundo de los sueños.

Pero sonó el teléfono. Malena tenía la idea de que un llamado de madrugada era el equivalente a una mala noticia. La última vez que sucedió, la llamaron desde el Italiano para avisarle que su padre había fallecido.

Dormida, lo pensó cinco minutos. No sabía si era el sonido del despertador, o si realmente era el teléfono. En la oscuridad de la noche solo iluminada por los relámpagos intermitentes, levantó el tubo.

- Hola.

- Hola. Quería hacer un pedido de bolsitas de plástico. ¿Anotás?

Malena se quedó en silencio. Reconocía esa voz, recordaba ese tipo de chistes. Pero se rehusaba a creer que aquél amor de la adolescencia en el que estuvo pensando toda la tarde, ahora estaba al teléfono. Seguía muda.

-Hola. ¿Male estás ahí? Dale, soy yo, ¿hola?, ¿estás ahí o te fuiste a buscar las bolsitas? Era un chiste. ¡Hablame!

Casi en un susurro se escucho:

-¿Felipe…?


No hay comentarios:

Publicar un comentario

¿Vos decís?