sábado, 19 de diciembre de 2009

Capítulo V: Su voz


El papel era de color rosa y estaba perfumado. Era como si ella estuviese hablándole de cerca. Era su perfume, su delicadeza, toda ella en ese papel. Resultaba perfecto e inalcanzable, como tenerla entre sus brazos en medio de un huracán que al mismo tiempo se la llevaba.

Enredado en una mezcla de ansiedad y miedo, observó las letras redondas, el color de la pluma negra y los detalles de cada firulete. Todo lo distraía. A lo mejor parte de él no quería leer esa carta, parte de él se sentía un niño indefenso ante aquella hoja que prometía claridad ante tanta desilusión.

Se dispuso frente a la tenue luz de la habitación y comenzó a leer.

“’El amor es alquimia pura’, me dijiste una vez. Ahí comencé a descreer sobre el sentimiento. Algo que se hace y deshace sin que nos demos cuenta.

Fue así: no nos dimos cuenta pero se nos marchitó el amor. Un día sí, un día no, a veces a medias, a veces ausentes. Aquella tarde nos dijimos ‘no’, decidimos dejar todo atrás, no soportamos la presión del saber que en un futuro sería peor. A lo mejor el amor consiste en estar lejos de las personas que uno ama (todavía no lo sé).

La realidad es que en ese entonces no dejaba de pensar en qué sería de mí una vez lejos, una vez sola, una vez y para siempre. Nunca pude contestarme, la sensación se presentó en capítulos día tras día, y no fue más que extrañarte un segundo más por cada mañana, otro por cada tarde y otro más por cada noche.

Me voy para empezar una nueva vida, porque acá no puedo seguir. Te pienso, intento olvidarte desde hace un par de días pero volvés en cada lluvia y te evaporizás con cada salida de sol.

Ya no puedo seguir pensando en que esto tendrá un final feliz. No nos correspondemos, así como tampoco te corresponde aquella lluvia en la que te recuerdo.

Me voy para que te vayas, para que ambos olvidemos. No vernos no resulta suficiente, la distancia nos alejará de todo y nos acercará al olvido.

Quiero que sepas que siempre te quise, que fuiste una gran compañía y por eso nunca te olvido. A veces pienso en lo felices que seríamos juntos pero al instante te recuerdo con ese aire altanero, esa falta de cariño y esa distancia que tomaste cuando te conté lo que me pasaba. No pudiste soportarlo y decidimos dejar todo atrás y comenzar una nueva vida, cada uno por su lado.

Espero que al leer esta carta puedas entender mi rencor. Espero que estés bien, que seas feliz, que continúes con tu vida sin incluirme en ella. Yo intento sacarte, aunque confieso que todavía siento amor por lo que fue, y nostalgia por las imágenes de lo que pudo haber sido.

Sé feliz. Malena.”

Apenas terminó de leer las líneas, Felipe rompió en llanto. Se sintió mal por esas palabras, él sabía que había sido cruel. Pero ya no pensaba igual, había entendido muchas cuestiones que antes le parecían intolerables.

No sabía qué hacer. Casi sin pensarlo, tomó un abrigo y corrió al aeropuerto. Compró un boleto a España. Confundido por tanto acto inconsciente, llegó a su casa y comenzó a preparar las maletas. Ya nada le importaba, pasó toda la noche imaginando cómo sería, en dónde la encontraría…ni siquiera sabía si iba a animarse a verla.

Más tranquilo, aunque siempre ocupado con la tarea de armar una maleta en la que no sabía qué llevar (ya que sentía que lo necesario era lo que iba a buscar), puso a soñar “Fly me to the moon”. La tarde estaba lluviosa, así que abrió la ventana y se entregó por completo a sus secretos más íntimos. La escuchó casi como una melodía al caer la noche.

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