Alma se acostó a descansar sin saber que caería en un sueño profundo que la encontraría justo allí, donde nunca supo que estaba.
Reposó su pequeño cuerpo sobre el colchón de plumas recubierto por una sábana de seda azul, y lentamente comenzó a cerrar los ojos. Los sonidos que la rodeaban se alejaron de a poco, pero en su lugar llegaban otros. Ella no sabía bien si estaba viajando, si dormía, o si simplemente estaba imaginando con los ojos cerrados. No se interrogó sobre eso, simplemente se dejó llevar.
Se miró las manos, las piernas, incluso podía ver su roja y rizada cabellera. Ahí notó que estaba de pie. Levantó la vista y observó frente a ella una gran ciudad: edificios, avenidas, autopistas, autos, gente...mucha gente. Sirenas y música, balazos y un vendedor de diarios. Escuchaba todo lo que pasaba quién sabe dónde, ya que la gente parecía no estar hablando, y los automovilistas circulaban como si nada sucediera.
Comenzó a caminar y notó que por cada paso que daba, desaparecía un objeto. Sintió miedo por la catástrofe que generaría continuar su caminata, pero no podía quedarse sin saber de dónde venían los sonidos.
Con el primer paso, un edificio se hizo invisible y, con el segundo, un auto voló al infinito. La ciudad desaparecía y ella parecía ser la única que quedaría en ese espacio.
La caminata ya llevaba 6 horas desde aquél momento en el que ella había creído cerrar los ojos para descansar. Notó que por cada suspiro el aire se purificaba, y que con cada pestañeo el ambiente se tornaba más tranquilo.
Tantos fueron los pasos que dio, que sólo quedó una calle por caminar, nada más que eso. Decidió contornear sus formas y, guiada por un silbido llegó a un árbol.
Enorme, verde, de hojas brillantes. Allí la esperaba, le pedía protección. Y ella lo entendió.
La muchacha se recostó bajo su sombra y, finalmente descubrió su lugar en el mundo. Minutos después, se encontró recostada sobre el colchón de plumas. Pretendió bajarse, pero notó que estaba volando.
*La imagen en blanco te está buscando. Estás buscando algo en la blancura de ese cuadrado. Fijate qué ves.
Reposó su pequeño cuerpo sobre el colchón de plumas recubierto por una sábana de seda azul, y lentamente comenzó a cerrar los ojos. Los sonidos que la rodeaban se alejaron de a poco, pero en su lugar llegaban otros. Ella no sabía bien si estaba viajando, si dormía, o si simplemente estaba imaginando con los ojos cerrados. No se interrogó sobre eso, simplemente se dejó llevar.
Se miró las manos, las piernas, incluso podía ver su roja y rizada cabellera. Ahí notó que estaba de pie. Levantó la vista y observó frente a ella una gran ciudad: edificios, avenidas, autopistas, autos, gente...mucha gente. Sirenas y música, balazos y un vendedor de diarios. Escuchaba todo lo que pasaba quién sabe dónde, ya que la gente parecía no estar hablando, y los automovilistas circulaban como si nada sucediera.
Comenzó a caminar y notó que por cada paso que daba, desaparecía un objeto. Sintió miedo por la catástrofe que generaría continuar su caminata, pero no podía quedarse sin saber de dónde venían los sonidos.
Con el primer paso, un edificio se hizo invisible y, con el segundo, un auto voló al infinito. La ciudad desaparecía y ella parecía ser la única que quedaría en ese espacio.
La caminata ya llevaba 6 horas desde aquél momento en el que ella había creído cerrar los ojos para descansar. Notó que por cada suspiro el aire se purificaba, y que con cada pestañeo el ambiente se tornaba más tranquilo.
Tantos fueron los pasos que dio, que sólo quedó una calle por caminar, nada más que eso. Decidió contornear sus formas y, guiada por un silbido llegó a un árbol.
Enorme, verde, de hojas brillantes. Allí la esperaba, le pedía protección. Y ella lo entendió.
La muchacha se recostó bajo su sombra y, finalmente descubrió su lugar en el mundo. Minutos después, se encontró recostada sobre el colchón de plumas. Pretendió bajarse, pero notó que estaba volando.
*La imagen en blanco te está buscando. Estás buscando algo en la blancura de ese cuadrado. Fijate qué ves.
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