domingo, 26 de diciembre de 2010

Y de pronto


...el pibe se cocinó en el asfalto. Y la gente miraba con naturalidad lo que allí sucedía. Y los ángeles y los autos siguieron circulando. Y pasó. Y se fue. Y ya nada fue lo mismo hasta aquella mañana en donde una impresión en negativo de aquél episodio se puso en marcha.
Corría julio, era de madrugada. Y otro pibe, que dormía con el estómago vacío contra la persiana de un local de comidas rápidas, se congeló. Y los diablos y las gentes continuaron caminando. Y no pasó nada. Y aquí no fue nadie. Y todo fue lo mismo. Y el cuerpo lloró lágrimas de bronca. Y se marchitó.
Un demonio paró un taxi y una persona le preguntó hacia dónde quería ir. Él contestó que al centro del infierno. Y el conductor continuó su camino hacia el Obelisco de la gran Ciudad.

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