viernes, 17 de junio de 2011

Una tarde...



Con una taza color mostaza. Con un monitor que encandila. Una tarde con un montón de nubes sólo observables a través de una ventana. Observables a medias, porque la otra mitad de ventana está cubierta por bolsas negras. Un escritorio que se pega otro escritorio que se enfrenta a un escritorio al que le sigue un pasillo y una pared. Hacia la izquierda un mate, a su lado un termo. Y un teléfono. El ambiente parece silencioso pero en realidad suena un noticiero de fondo, suena la corriente eléctrica de esos tantos aparatos, suena el teclado mientras escribo, suena Charly García, suenan los "click" de algún mouse. Parece que no hay gente, aunque a decir verdad, el resto de los pisos de este edificio deben estar plagados de personas.
Continuando el recorrido, una pila de diarios reposa sobre una vieja estufa mientras algunos papelitos hacen lo mismo pero sobre la cerámica. Un almanaque, la foto de Néstor, un cartel para no olvidar a José Luis, una cámara fotográfica, una máquina de escribir (ya sin uso). Una silla. Un cuerpo sobre la silla. Dos manos usando el teclado, dos ojos leyendo esto. Los mismos ojos observando el paisaje. Minutos después, los mismos ojos mirando el reloj. Definitivamente todavía sigo acá.

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