martes, 27 de diciembre de 2011

Los feos del Bosque -Una noche de insomnio-

Angelique Debron llegó a Argentina sin saber muy bien lo que tenía que hacer. Esto lo supe tiempo después, cuando pude traducir por completo su diario de viaje, aquél que cuenta esta maravillosa historia cuya veracidad nunca pude comprobar empíricamente.
¿Quienes eran los feos del bosque?, ¿existieron realmente?, ¿cómo llegó Angelique hasta este lugar?
Por lo que la misma Debron relata, ella viajaba por el mundo para estudiar especies de árboles y, sin saber de dónde salió la información (cuestión no especificada en aquel cuaderno), se topó con el histórico bosque de Santa Catalina, ubicado al sur del Conurbano bonaerense.
Pero antes de seguir relatando la historia de la señorita en cuestión, quiero contarles cómo encontré los escritos. Fue una tarde de enero de 1998, no puedo recordar el día exacto. Era un día soleado y decidí emprender un viaje en bicicleta. Mi entusiasmo indicaba que iba a pedalear durante muchos kilómetros, pero lo cierto es que la fatiga me ganó a las 10 cuadras y terminé ingresando al bosque.
Pájaros que cantaban, el viento que acariciaba las hojas, la ráfaga que olía a hierbas...la tarde era perfecta. Desde lejos observé que un perro me miraba de una forma tan atrapante que no tuve más remedio que acercarme para descubrir el porqué de su inquietud.
Mi andar ya no era mío. Mis ojos se centraron en la mirada de aquél perro de tal forma que no pude ver el tronco con el que más tarde choqué, provocándome un fuerte raspón en la rodilla derecha. Al levantarme observé que un pedazo de tela sobresalía de aquél trozo de madera. Me quedé quieta por un instante hasta que decidí lanzar una patada que pulverizó por completo al viejo tronco.
Ahí estaba. Era un cuaderno gris de unas cien hojas (puede que un poco más)cuyo papel comenzó a marcarse con tinta a partir del 21 de agosto de 1975. Era de no creer que a pesar de haber pasado tantos años estuviese como nuevo.
Las observaciones de Debron estaban escritas en inglés pero no sucedía lo mismo con la escritura de los diálogos que tuvo con aquellos seres. Era extraño, pero estos figuraban en un castellano mal escrito (no sé si fue producto de su falta de conocimiento del idioma o si aquellos hombres se comunicaban de esa forma).
Y el perro quedó de lado. Ya no recuerdo ni por qué centré mi atención en él. Seguramente si leo algunas líneas más arriba encuentre alguna pista pero prefiero dedicar estas noches de insomnio a escribir la historia que durante años estuvo guardada. Si usted lee esto y conoce a Angelique, hágamenlo saber. Si usted es de los que conoce a algún feo del bosque, cuéntemelo.

1 comentario:

¿Vos decís?