jueves, 2 de febrero de 2012

Paranoia de una noche de verano

De vez en cuando fijaban un lugar en común y se encontraban a charlar. Ernesto, Lucrecia y Mercedes son amigos desde el primer año de la escuela primaria, se conocen como si fueran hermanos y, como tales, a veces tienen la necesidad de verse y contarse todo lo que la vida les fue dejando luego de haber terminado la secundaria.
Las inquietudes variaban dependiendo de la situación económica, política o cultural del momento, a estos pibes les gustaba charlar sobre lo que veían a su alrededor, muchas veces se indignaban y terminaban las charlas con ganas de hacer algo para cambiar las cosas. A veces recordaban viejas anécdotas y se reían a carcajadas aunque otras, alguno de ellos removía viejos rencores y por más confianza que había, la situación se tornaba incómoda hasta que alguno volvía a reír.
Una noche, después de dos meses de no verse y comunicarse poco a través de mensajes de texto, los tres habían quedado en juntarse a cenar.
Se reunieron en la casa de Lucrecia,  hacía calor y el patio de su casa era la mejor opción. Sabiendo que la noche iba a ser larga, se sentaron a charlar en los bancos de cemento que reposaban bajo una parra ubicada delante del jardín de Lucrecia, lugar preferido de los tres. Ese día les preocupó el futuro. La preocupación central fue la posible existencia de mutantes y la necesidad de saber cómo combatirlos en caso de ataques (insisto, siempre querían cambiar las cosas).
Lucrecia:-¿Vieron la serie de los zombies?, yo la estuve mirando y la verdad que me generó cierta preocupación.
Mercedes:-A mí me pasó lo mismo. Pensé que era porque la serie me había atrapado, después me puse a pensar en lo que pasaría si un zombie muerde a un flaco y ese a otro y a otro...y así hasta que queden pocos humanos tratando de sobrevivir a la nada misma.
Ernesto:-Lo que están diciendo son puras boludeces. ¿Cómo se les ocurre que los zombies van a atacarnos?
L:-Pensalo un poquito: con la cantidad de experimentos científicos que se están haciendo no es nada loco pensar que alguno se puede mandar una cagada y crear un zombie.
M:-En ese caso tenemos que estar preparados para lo peor. Tenemos que saber cómo se mata a un zombie.
L:-Yo aprendí cómo hacerlo cuando vi esta serie.

Ernesto se mantuvo en silencio. Él no había visto la serie, nunca había pensado en la existencia de zombies y mucho menos en estar preparado para eliminarlos.

M:-Vos hacete el distraído, cuando vengan no vas a saber cómo matarlos.
E:-No necesito saber cómo matarlos, no van a venir.
L:-Hagamos una prueba simple. ¿Creés en el los vampiros?
E:-No.
L:-¿Sabés cómo matarlos?
E:-Clavándole una estaca en el corazón. 
L:-¡Ahí está el punto!, son cosas que hay que saber. No creés en ellos pero por las dudas lo sabés.
E:-Es algo que se sabe en todo el mundo, no me jodas.
M:-No, tiene razón. Con los zombies es lo mismo. Tenés que saber cómo se hace y qué precauciones debés tomar. Pasa lo mismo con el hombre lobo.
E:-¿Y a ese cómo lo matás?
L:-Llegan a venir todos juntos y él va a ser el primero al que se morfen.
M:-Hay que entrenarlo.
L:-Bueno, arranquemos.
M:-Ya sabés cómo matás a un vampiro. Vamos con el hombre lobo.
L:-Lo matás con una bala de plata o con una común sumergida en agua bendita.
E:-O sea que tengo que llevar balas de plata, agua bendita y una estaca...¿cómo llevo todo eso?
M:-Escuchame, siempre andás con esa mochila gigante al hombro, siempre la llevás vacía...¡poné las cosas ahí!
Ernesto se quedó pensando mientras que Lucrecia y Mercedes le explicaban con seriedad lo que debía hacer. Ninguno de los tres estaba seguro de que esa charla iba a ser de utilidad en algún momento pero de a poco empezaron a preocuparse, incluso Ernesto, quien al principio se burlaba de la situación.
Por momentos se generaban silencios en los que se podía escuchar el ruido de los autos o la música puesta por los vecinos, eso los hacía pensar, ya que el tema de los sonidos resultaba fundamental ante la necesidad de escapar.
M:-Ojo con la música. A los zombies les llama la atención el ruido, si hacés mucho, se acercan de a montones.
E:-Bueno, ¿entonces cómo los mato?
L:-¡Viste!, te estás preocupando.
M:-Con un golpe que le rompa la cabeza, el problema está en el cerebro. Tenés que recordar bien con qué matar a cada uno. Por ejemplo, si le tirás agua bendita a un zombie no se muere, se te caga de risa.
L:-Che, ¿se imaginan el quilombo que se arma si un zombie muerde a un vampiro?
M:-¿Y si al vampiro lo muerde el hombre lobo?
E:-Esto es un quilombo. Ahora estoy mareado. No voy a saber cómo mierda matar a todos esos tipos.
L:-Vamos a repasar. Si viene el hombre lobo y te ataca, ¿cómo lo matás?
E:-Con una bala de plata.
M:-¡Bien!
L:-¿Y si aparece un zombie?
E:-Hay que pegarle en la cabeza para romperle el cerebro.
L:-Claro. Ahora, ¿si viene un vampiro?
E:-En ese caso le clavás una estaca en el corazón. También le podés tirar agua bendita, eso sí lo sé.
L:-Sí, pero no la gastes al pedo porque si un zombie muerde al cura no vas a tener a nadie que se encargue de bendecir el agua.
M:-Creo que ya estás listo para salir a la calle.
L:-Sí, pero sin hacer ruido, no seas boludo.
E:-Lo voy a tener en cuenta.
Después de esa charla, volvió el silencio. Más tarde el sueño. A pesar de haber vuelto a la realidad del martes a la madrugada, notaron que debían dormir para despertarse temprano e ir a trabajar en manada (cual zombies).
Ninguno supo el porqué de la charla, ninguno recordó historias del pasado, los tres necesitaron enajenarse y eso hicieron. 
A pesar de saber que hablaban de cuestiones poco probables, no podían dejar de pensar en esas bestias.
E:-Bueno, me voy a casa.
M:-¿Me acompañás a la mía?, tengo miedo.
E: Bueno, dale, pero no te defiendo. No tengo nada a mano.
M:-Dale, el asunto es estar con alguien por el camino, como para que otra persona sepa si alguien resultó mordido o no.
L:-Loco, tengan cuidado. Yo voy a cerrar todo por las dudas. 
E:-Cualquier cosa te llamamos.
M:-Si te aparece un zombie, un vampiro o el hombre lobo no vas a poder marcar del cagazo que te va a agarrar.
L:-Bueno, vayan con cuidado. 
Ernesto y Mercedes caminaron cinco cuadras. Él la acompañó hasta la puerta de su casa, en donde charlaron unos segundos.
M:-Hay que matar a los grillos, hacen mucho ruido, atraen a los zombies.
E:-¡Uh, qué cagada!, los grillos me caen bien.
M:-Una pena.
E:-Y sí...
M:-Bueno, avisame cuando llegues así sé que estás bien.
E:-No me jodas, me puedo defender solo.
M:-¡Avisame!
E:-Bueno, te aviso.






1 comentario:

  1. Jajaja. Y sí. A mí me pasó algo parecido con Lost. Es la belleza de la imaginación. Beso, Lau.

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