¿Qué es la muerte? Ana pasó gran parte de
su día pensando en aquella pregunta que le había hecho aquél hombre que,
sentado al otro extremo del escritorio donde ella estaba, la hizo llorar. ¿La había hecho llorar? Ella se sentía tan repleta que ni una lágrima
entraba en su mundo. Y las gotas corrían como un río furioso persiguiendo a un
bote, como lágrimas que nunca llegan a caer al piso, que nunca logran salir del
rostro.
Se sentía repleta…pero no completa. Sentía que en
su interior un rompecabezas con piezas que no encajaban intentaban acomodarse,
tan insistentemente que los cartones se rompían al querer uno ser parte del
otro. Pero todo estaba desacomodado.
Y entonces la pregunta volvía: ¿Qué es la muerte?
Pensaba que se trataba de algo muy doloroso para los que quedan. Creía que la
muerte era una oscura y horrenda situación, el momento culmine de la vida, el
instante mismo en donde todo termina, en donde ya no había nada, en donde todo queda en el pasado. Aquél hombre
la hizo pensar.
Según su teoría, las personas llegan al
mundo con una misión, por lo que el tiempo que cada uno pase aquí dependerá del
tiempo que cada uno tarde en: A) Reconocer cuál es su misión. B) Ponerla en
marcha.
La mayoría de las personas no saben que en realidad esto sucede. De ser así, temerían a la muerte y pasarían la vida entera sin cumplir un objetivo en el plano terrenal.
La mayoría de las personas no saben que en realidad esto sucede. De ser así, temerían a la muerte y pasarían la vida entera sin cumplir un objetivo en el plano terrenal.
Pero ¿A dónde van a parar tantas almas cuando ya no
se las ve con ese traje de carne y hueso? Ese es el gran misterio de la vida. Es lo
que Ana se preguntaba cada noche al acostarse, lo que la hacía llorar por las
mañanas y lo que la hacía sentir que nada iba a ser igual desde la partida de su
madre.
Tenía que verlo al revés. ¿Por qué la gente llora
por lo que no conoce? Nadie sabe realmente lo que es la muerte hasta que pasa
por eso en carne propia, sin embargo todos la lloran de antemano. Veintiún años y ella pensaba en el instante de la
muerte. Tenía veintiún años de recuerdos y algunos segundos de muerte. No podía
pensarlo de esa forma.
Ella lo sabía pero le costaba entenderlo. La vida
era muy corta y la estaba dejando pasar. Allí estaba el misterio: en lo que veía todos los días, en el andar inquieto, ese que cada día se apagaba más en su rostro. A lo mejor lo entienda el día que le toque partir. O a lo mejor aún no sea tarde.
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