jueves, 27 de septiembre de 2012

Bocas

Ofelia, por empezar, creía que su nombre era horrible. Puede ser. Pero tenía un problema mucho mayor: se enamoraba de los primeros besos. No se enamoraba de la actitud de las personas, de sus cuerpos o de lo que podían ofrecer. Ella se enamoraba de la instancia del primer beso. Se sentía plena. El estómago le cosquilleaba cada vez que sabía que un minuto después (luego de consumado el roce de labios) dejaría de sentir amor. Pero no le importaba, ella seguía conquistando bocas y disfrutando de las manos de la otra persona en su cintura, sentía como si en ese acto las almas (inútiles por portar tanta carne) quisieran unirse.
No se sentía mal, no sentía culpa si en medio de esa tarea de enamorarse de un beso enamoraba a la otra persona, porque simplemente no le gustaban las personas. Nada mejor para ella que fundir sus labios en la conquista, en el deseo del otro depositado ahora en su boca. Ella decía que eso era el verdadero amor. Ofelia vivía preocupada...porque pensaba que su nombre era horrible.

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