domingo, 6 de marzo de 2016

Siempre tengo un frasco de lágrimas al lado de la cama/ Quise dejar de llorar

El resultado

Dejar de lado las debilidades. Esa era la cuestión, entonces quise dejar de llorar. Lo que sucedió fue que aprendí. Lo quise tanto, lo pensé con tanta fuerza que ya no hay gota que se sienta en mi mejilla, que haga ruido al caer en el suelo, que muera en un pañuelo una tarde cualquiera. ¿Por qué? Porque quise dejar de llorar y ahora siempre tengo un frasco de lágrimas al lado de la cama. Sofismas.

Y toda esa broza crece, que crece, que crece sobre mi espalda, mi pecho y mi cabeza, mientras yo aseguro la existencia de ese frasco impúdico que me hace creer que todavía tengo ciertas capacidades, que me permito ciertas cuestiones. En el fondo sé que no es así, pero de ironías, oximorones y contratiempos está hecha esta vida. Supeditación.

Los métodos

De las mariposas inquietas preferí el sexo. Del amor abundante las historias lejanas. De los malos momentos preferí sus derrotas. De lo que hubo en la sala preferí las miradas. Sublimación.

Cronos

Yacía mi cuerpo en medio de un campo. Era una noche de verano, las estrellas brillaban como nunca. De mi lado derecho, la nada. A mi lado izquierdo, un pensamiento. Cortaba la calma el sonido del viento cuando el cielo me regaló la presencia de una estrella fugaz de la que no supe aprovechar al actuar mi lado falaz y su deseo de no llorar. Y lo pedí con ganas sin revisar en el fondo de mis pensamientos. Ni suerte, ni casualidad, ni magia. Todo eso que querés, lo lográs. Yo lo había logrado ahí, casi sin hacer nada. Sandez.

Volver

Cuestiones aterradoras pasaban por mi mente, Ni una lágrima. Ni una sola. El frasco seguía ahí, mintiéndome, intentando hacerme creer que esas gotas eran mías, que salían de mí. Intenté de todo para llorar. Tesón.

Miré cuanta boñiga novelesca imposible de digerir transmitían en la tele. Escuché las canciones más tristes. Incluso leí a aquellos autores que tanta angustia me generaban.Martirio.

Cuánta falta me harían aquellos viejos cachivaches enclenques que preferí tirar para no recordar el pasado. Volvería a buscarlos pero me sobra valor para resistirme a la tentación. Ya no corro para atrás. Ahora solo puedo reirme. A veces quiero llorar. Contradicción. 

Realidad

Y ahora siempre tengo un frasco de lágrimas al lado de la cama. Un frasco que me recuerda que quise dejar de llorar.

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